Estamos seguros que la gran mayoría ha pensado en las cosas que harán después que termine toda esta crisis. Muchos irán de fiesta, otros abrazarán a sus seres queridos y otros retomarán la vida que dejaron en pausa. Es casi un acto de sobrevivencia pensar en esa esperanza, pero muy pocos no han logrado ver lo que está pasando, en el presente y en cómo el mundo cambió en tan sólo algunas semanas.
¿Has visto menos gente en tu barrio? ¿Las calles de Paris y Nueva York totalmente vacías? Es evidente que la cuarentena en casa nos ha entregado postales de ciudades emblemáticas totalmente vacías, el silencio absoluto y, como no, la tensión de un enemigo minúsculo e invisible que nos ha obligado a cuidarnos y a «desaparecer» por un momento de nuestras calles.
Todo esta parálisis de la rutina diaria ha provocado una positiva consecuencia: la disminución de la contaminación, principalmente ambiental debido a la disminución del tráfico y de la actividad industrial, lo que es un pequeño respiro de alivio para el mundo que vivimos y, sin duda, una buena señal para la vida en su máximo esplendor.

Tampoco es casualidad que los animales estén merodeando en nuestras urbes, visitando incluso iglesias vacías, los delfines nadando en los canales de Venecia, pumas que merodean nuestras casas, entre otros animales salvajes que hacen una breve visita en lo que fue su hábitat en algún momento de la historia.
Ante este escenario donde la naturaleza y el mundo se hace presente, la invitación es a sorprenderse, pero también a replantearnos ¿Seremos capaces de volver a la normalidad después de la anormalidad? ¿Cómo imaginamos el futuro de nuestro mundo respetanto la naturaleza?
Este momento es perfecto para reflexionar sobre el mundo que queremos vivir y cómo esta enorme crisis nos va a permitir a repensar en un nueva forma de vida. Aprendamos de nuestros errores y conversemos con nuestros hijos sobre cómo podremos vivir en armonía en un mundo que nos invita a ser más concientes y, sobre todo, más respetuosos.